Desde hace años, cuando quiero probar una nueva herramienta, configurar un servicio o simplemente trastear sin miedo, mi laboratorio siempre empieza con algo sencillo: una máquina Linux.
No hay que complicarse demasiado para aprender. Una distribución ligera, una terminal y ganas de experimentar valen más que mil manuales leídos sin práctica.
Cosas que suelo probar en mis entornos de laboratorio:
- Servicios básicos (SSH, Nginx, Docker)
- Scripts para tareas repetitivas
- Monitoreo de procesos
- Y últimamente, integraciones con herramientas de observabilidad
La gran ventaja de Linux es que todo se puede automatizar y monitorizar fácilmente, lo que lo convierte en una base perfecta para proyectos personales o de pruebas.
🧪 “Si rompes algo en el laboratorio, en realidad aprendes más que cuando todo funciona a la primera.”

Deja una respuesta